Viernes 26 de Abril de 2024
LAS ESCUELAS RURALES EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Las clases presenciales están suspendidas en todo el país y las 15 mil escuelas rurales sortean las dificultades para continuar con la enseñanza. El partido de Maipú posee un total de siete en el nivel primario. En esta nota las maestras describen su experiencia durante los 60 días desde la implementación de la cuarentena.


Lorena se levantó temprano el lunes, tomó las bolsas con módulos y alimentos, y se subió al remis. Junto a ella venía su compañera, que es directora y maestra jardinera, con sus actividades impresas en papel. Ese día viajaron 160 kilómetros para entregarles los libros, los juegos y los víveres a los nueve chicos del jardín, a los diecisiete de Primaria y a los veinticinco de secundaria. La marcha finalizó a la noche pero no volvieron con las manos vacías. Llevaban consigo los deberes que sus niños realizaron durante los quince días anteriores.
“Estamos avisando a la policía porque entramos al pueblo después de las seis de la tarde”, explica Lorena, quien da clases en la escuela primaria de Santo Domingo. La institución cuenta además con jardín de infantes y secundario. En tiempos de Whatsapp y Facebook, sus alumnos escriben cartas con corazones y mensajes para saludar a sus compañeros mientras ellas realizan el recorrido estancia por estancia. “Hacemos de correo, también”, dice entre risas.
Este es un ejemplo de las tareas que emprenden las maestras rurales en tiempos de pandemia. Los módulos de continuidad pedagógica son actividades encomendadas a los alumnos. Contienen todas las áreas, desde artística, pasando por geografía y terminando en educación física. Según cada institución, las maestras los entregan a las estancias de los alumnos o son los padres quienes van a buscarlos a la escuela. Mientras las maestras dan lo nuevo, los papás dejan lo viejo para corregir.
Es una práctica que viene aceitada hace tiempo. Todos los años los chicos reciben módulos para los días de lluvia, cuando es imposible asistir a la escuela por el estado de los caminos de tierra. Cuando planifica la currícula, las maestras tienen en cuenta estas actividades. Los mismos son confeccionados por ellas, más lo que reciben desde Provincia o Nación. Por esa razón es que la adaptación a esta nueva normalidad no trajo complicaciones.
Las escuelas rurales, durante la vieja normalidad, brindaban el desayuno. Con la aplicación de la cuarentena este servicio dejó de darse. En su reemplazo, el Consejo Escolar proporciona bolsones de alimentos a cada alumno y que las maestras deben entregarles.
El internet, bien preciado y escaso en la ruralidad
La mala o nula conectividad móvil es uno de los mayores problemas. Todo el contenido debe estar impreso. Cada escuela posee sus grupos de Whatsapp con sus padres, aunque por momentos la única comunicación es por mensaje de texto o llamada de voz. El Whatsapp es utilizado como el pizarrón, cuando la maestra explica alguna actividad que no se entendió, o como el espacio para corregir las consignas a través de fotos y notas de voz. Los teléfonos son propiedad de los padres y las maestras les envían videos cortos como suplemento del aprendizaje. Cuando consiguen tener señal o datos de internet, los descargan.
“(Los padres) me escriben a la nochecita, yo veo el mensaje y al otro día les contesto, porque hay un solo celular en la casa que tiene datos y Whatsapp, que es del padre. Ellos a la mañana lo ven y lo resuelven. Y si tienen alguna duda, a la noche me vuelven a escribir. O me escriben a la tarde y se les manda el mensaje cuando enganchan señal en algún momento”, describe María José, directora y maestra de la escuela primaria N°4 de Segurola.
Luego existen casos como el de la escuela de Monsalvo, donde los alumnos de Luciana cuentan con internet Wi-fi, computadora e impresora en el chalet de la estancia. Allí se comunican más asiduamente por redes sociales y utilizan la plataforma de videollamadas Zoom. Los alumnos de primaria de María José, en cambio, poseen cada uno una netbook y ella les carga los videos y libros digitales a través de un pendrive.
El acompañamiento de la familia
En este momento, el rol de los padres se vuelve fundamental. Las maestras agradecen el compromiso demostrado por estos durante estos dos meses. Desde ayudar a sus hijos con los deberes, hasta para limpiar y ventilar la escuela. Ellos colaboran hasta donde pueden. Si existe alguna consigna que no se logra completar, se la deja y se continúa con la siguiente. La mayoría de los contenidos son temas ya vistos con un grado de dificultad, pero no nuevos.
“No lo son porque yo no puedo ponerles la responsabilidad a las familias de que enseñen. Las familias no tienen la obligación de enseñar. Sí de acompañar y de compartir las prácticas pedagógicas como lo haríamos si fuésemos a la escuela”, explica Natalia, maestra de primaria de la escuela N°15 de Yamahuida.
Los nenes y la percepción del nuevo mundo
La vida diaria de los chicos, describen, no cambio en demasía. Su rutina está apegada al quehacer del campo. El tiempo que ocupaban en la escuela lo utilizan ahora para andar por los corrales o arriba del caballo. En algunos casos son hermanos, viven en la misma estancia y no pierden el contacto social. En otros, ocurre que todo un salón esté separado por varios kilómetros de distancia y extrañan estar en la escuela juntos.
Los chicos también extrañan a sus docentes. Cuando van a la escuela a buscar los módulos con sus padres, no se aguantan y quieren bajar de la camioneta a saludarlas. Aunque todavía no se presentaron casos en Maipú, las maestras toman precauciones. Los abrazos y los besos, con la falta que hacen, no están permitidos. “Ellos ahora reclaman, quieren estar en clases, extrañan ir a la escuela”, menciona Virginia, que da clases en la escuela N°5 de San Simón.
“Ya cuando nos ven, imaginate, nos ven y salen corriendo a la tranquera a querer abrazarnos y besarnos. Yo con barbijo les digo ‘nooo, no hay nada en Maipú pero por las dudas’. Los nenes salen todos, hasta los varones, corriendo y gritando ‘¡seño!, ¡seño!, ¡seño!’. Pero comprenden cuando uno les dice que no. Nos miran y nos dicen ‘¿por qué usás eso si vos no tenés nada?’”, detalla Natalia en una postal de sus recorridos.
Luciana, maestra de la escuela N°16 de Monsalvo, cuenta que ellas son los ojos de sus alumnos. En una ocasión les mostraron cómo las personas de Maipú andaban con tapabocas, formaba fila afuera con un metro de distancia para entrar a un comercio, o cómo las calles que terminan en la ruta estaban cerradas con montículos de tierra. Es un modo de que tomen noción de lo que ocurre mientras ellos están seguros en el campo.
“La escuela es algo fundamental en sus vidas. Es el eje de la vida social y comunitaria, y que no esté, como que rompe un poco con los modos de comunicación y sus rutinas”, expresa Lorena. En oportunidades a los chicos les cuesta ponerse a hacer los deberes, ya sea por aburrimiento o simplemente no tener ganas. Las maestras intentan dar vuelta esa situación con juegos por fuera de las actividades. Salir a observar animales, crear germinadores, dibujar y, en el caso de las mujeres, jugar a ser maestras, son parte de esas ideas creativas.
Cómo será el futuro
Las maestras son las catalizadoras de las ansiedades y preocupaciones que asoman producto del aislamiento y la incertidumbre. ‘¿Hasta cuándo, seño?’ es la pregunta de los chicos; ‘¿Qué pasará con el año? ¿Lo van a perder?’ es la de los padres. Ellas se encargan de llevarles tranquilidad. La respuesta nadie la sabe. Tarde o temprano volverán ellos a verlas de lunes a viernes, comentarles que empolló una gallina o que vino un primo de la ciudad. Junto a eso podrán festejar los cumpleaños en la escuela y, con las medidas de higiene controladas, regresar lentamente a la escuela.
“A nosotros nos da el edificio para realizar el distanciamiento, es grande y podemos manejarnos”, dice Lorena. Nicolás Trotta, Ministro de Educación de la Nación, expresó en una entrevista radial que las clases presenciales, aunque falte muchísimo para hablar de estas, podrían volver por provincia y las escuelas rurales serán las primeras.
Las escuelas rurales se acomodan para brindar la mejor enseñanza posible en este contexto. El acuerdo tripartito entre docentes, padres y alumnos se vuelve muy importante en términos de compromiso, responsabilidad y cooperación. La pandemia trasluce las desigualdades estructurales como el bajo acceso de conectividad a internet en la ruralidad. Las maestras esgrimen que, aunque se pudieron adaptar a las condiciones para que los chicos aprendan, las clases presenciales son irremplazables.








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